Danza de shiva

Alarmel valli

La iconografía del dios hindú Shiva es particularmente variada. Aquí aparece simultáneamente en forma humana y fantástica con cuatro brazos. Miembro de la tríada divina con Brahma y Vishnu, creador y protector del universo respectivamente, Shiva es el agente de la destrucción periódica del universo. Dios ambivalente, vela por los piadosos y destruye el mundo al final del ciclo cósmico, aplastando la ignorancia y guiando al universo hacia la liberación. Considerado un asceta y asociado al mundo de la naturaleza, también es el esposo y el padre por excelencia. Entre sus muchas formas, una de las más conocidas es la de Nataraja, el Señor de la Danza, como se representa aquí.

Balasaras…

La escultura simboliza a Shiva como el señor de la danza y las artes dramáticas[9], con su estilo y proporciones realizados de acuerdo con los textos hindúes sobre las artes[10]. Suele mostrar a Shiva bailando en una de las posturas del Natya Shastra, sosteniendo diversos símbolos[10] que varían según el período histórico y la región,[2][11] pisoteando a un demonio mostrado como un enano (Apasmara o Muyalaka[3]) que simboliza la ignorancia espiritual[10][12].
La forma clásica de la representación aparece en relieves de piedra, como en las cuevas de Ellora y las cuevas de Badami, hacia el siglo VI[13][14] Alrededor del siglo X, surgió en Tamil Nadu en su expresión más madura y conocida en los bronces de Chola, de diversas alturas, normalmente de menos de cuatro pies,[10] algunos más. [15] Los relieves de Nataraja se encuentran en escenarios históricos de muchas partes del sudeste asiático, como Ankor Wat, y en Bali, Camboya y Asia central[9][16][17].
La palabra Nataraja es un término sánscrito, de नट Nata que significa “acto, drama, danza” y राज Raja que significa “rey, señor”; puede traducirse aproximadamente como Señor de la danza o Rey de la danza[18][19] Según Ananda Coomaraswamy, el nombre está relacionado con la fama de Shiva como “Señor de los bailarines” o “Rey de los actores”[20].

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Comentarios

Shiva, una de las divinidades hindúes más importantes, se representa aquí como el Señor de la Danza (Nataraja), una imagen icónica en el arte indio. La danza cósmica de Shiva pone en marcha el ritmo de la vida y la muerte; impregna el universo, como simboliza el anillo de fuego que se llena con los mechones sueltos y serpenteantes del cabello del dios. Uno de sus brazos equilibra la llama de la destrucción y el tambor de mano (damaru) que toca el ritmo de la vida, mientras otro realiza gestos simbólicos: la mano derecha levantada significa “no temas”, y la mano izquierda (gajahasta) que apunta hacia su pie izquierdo levantado significa la liberación de la ignorancia que impide la realización de la realidad última. Shiva se muestra perfectamente equilibrado, con su pierna derecha plantada sobre el demonio de la oscuridad (Apasmara), erradicando la ignorancia. La pequeña figura de la diosa del río personificada, Ganga, está atrapada en sus mechones enmarañados y fluidos. Se creía que Shiva interrumpía la caída del gran río Ganges en su descenso desde el Himalaya al situarse bajo las aguas, que se dividen sobre su cabello, convirtiéndose en los siete ríos sagrados de la India. Este bronce clásico procede del periodo Chola, en el sur de la India. Iconos como éste se llevaban en procesión durante las ceremonias religiosas.

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Nataraja shiva

Shiva, uno de los tres dioses principales del panteón hindú, se revela en una variedad extraoridinaria de manifestaciones. Aquí se le ve como el Rey de los Bailarines ejecutando la danza de la dicha cósmica. Mediante atributos, gestos y poses, simboliza los cinco actos esenciales (pancakrityas) que lo identifican como creador, sustentador, destructor, dador de consuelo y disipador del miedo. Esta escultura es un amplio testimonio de las extraordinarias habilidades de los fundidores de bronce del sur de la India que trabajaban en el vasto reino de Vijayanagar (1336-1546).
Shiva, como Nataraja, ejecuta con gracia la danza de la dicha, creando y destruyendo el mundo cósmico en un ciclo eterno de regeneración. El tambor de doble cara que lleva en su mano derecha simboliza la creación, mientras que la llama de su mano izquierda sugiere la destrucción. La primera vez que realizó esta danza para convencer a los escépticos de que volvieran a la fe hindú, fue tentado por un tigre, una serpiente y un demonio. Shiva prevaleció y se le representa con un cinturón de serpiente y un taparrabos de animal, de pie sobre una figura demoníaca.

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